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domingo, 13 de diciembre de 2015

NIÑOS HIPERACTIVOS (TÉCNICAS Y ESTRATEGIAS)


 
Los niños hiperactivos se caracterizan por la impulsividad, la hiperactividad y la baja atención.
Pero, sin duda, lo que ayuda a detectarlo es observar si un niño manifiesta con frecuencia las siguientes conductas:
  • Su comportamiento es infantil para su edad, excesivamente inquieto y dependiente; más propio de un niño de menor edad.
  • Le cuesta concentrarse, no mantiene la atención cuando es necesario.
  • Es desorganizado y suele hacer los trabajos con una baja calidad.
  • Frecuentemente deja los trabajos sin terminar o interrumpe los juegos.
  • Está continuamente levantándose cuando debería estar sentado, por ejemplo, en la clase o a la hora de comer.
  • Es muy impulsivo, hace las cosas sin meditarlas previamente.
  • Mueve mucho las manos y los pies.
  • Suele interrumpir a los demás cuando están hablando o realizando alguna actividad.
  • Siempre está corriendo y saltando, como si tuviera un motor en marcha.
  • Le cuesta relacionarse con otros niños debido a que siempre está cambiando de juego, no respeta los turnos y no sigue las reglas del grupo.
  • A menudo pierde cosas o las olvida.
  • Es desobediente y su comportamiento provoca las quejas de sus profesores.
 (Sea recomienda acudir a un profesional para diagnosticar o descartar el trastorno de hiperactividad)

 Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo
 La forma de tratar el “Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad” es modificar o compensar lo más posible aquellas conductas típicas que repercuten negativamente en la vida diaria del niño y de su familia. El objetivo principal es reducir su impulsividad e inquietud y aumentar su atención, que son la fuente de sus principales problemas

Tu actitud es fundamental a la hora de manejar la de tu hijo, ya que es la que le proporciona la información de si sus respuestas son adecuadas y sirven a sus propósitos o, por el contrario, debe sustituirlas por otras. Los padres pueden, sin darse cuenta, fomentar las respuestas inapropiadas. Un ejemplo muy claro es cuando se cede a un capricho, que se ha negado en un principio, para contener una rabieta. La conclusión del niño en esta ocasión es clara (y muy lógica): “enfadándome, gritando y tirando las cosas consigo lo que yo quiero”. Resultado: cada vez recurrirá con más frecuencia a las pataletas.

Las técnicas de cambio de conducta lo que hacen es controlar las consecuencias de las acciones convirtiéndolas en agradables, a través del “refuerzo positivo”, o desagradables mediante el “castigo”.
 Aquellas conductas del niño a las que siga un “refuerzo positivo” serán aprendidas como útiles y se repetirán; aquellas otras a las que acompañe una consecuencia negativa terminarán desapareciendo. Los refuerzos pueden ser muy variados. Al principio, cuando una actitud está muy instaurada, se recurre a recompensas de tipo material (un juguete, una chuchería, etc.).
Posteriormente se van restringiendo este tipo de refuerzos para que el niño no haga las cosas por el premio sino porque realmente ha adquirido nuevas actitudes con las que se siente más satisfecho. Para ello, desde el principio (junto con las recompensas materiales) y a lo largo del tiempo (cuando ya se han eliminado aquellas) el niño debe recibir refuerzos sociales como abrazos, alabanzas o cualquier otra manifestación de afecto por lo bien que ha actuado. Por otra parte las consecuencias negativas, siempre relacionadas con las conductas que deseamos eliminar, serán cosas como quedarse sin ver la tele o recoger el cuarto, pero jamás castigos físicos. Además, todo castigo debe ir acompañado del refuerzo de la conducta alternativa.
¿Cómo puedes aplicar todo esto? 
Una forma es hacer un trato con tu hijo. Piensa en alguna cosa que quieras cambiar de él, por ejemplo, que no se levante de la mesa mientras come. Ya tienes establecido el objetivo general. Ahora, en función de la problemática, piensa cuándo y cómo vas a reforzar el cambio de comportamiento: si tu hijo no aguanta más de tres minutos seguidos en la mesa, empieza por reforzar que consiga estar sentado al menos cinco minutos. Según le vaya resultando más sencillo cumplir el objetivo ve aumentando el tiempo hasta que, finalmente, reciba el premio sólo si permanece toda la comida sin levantarse. El siguiente paso es acordar el premio o refuerzo. En este caso lo más apropiado es un sistema de puntos o fichas canjeables. Elabora con tu hijo una lista de cosas que le gustaría hacer o conseguir y pon a cada cosa un valor en función de sus características: un caramelo 2 puntos, media hora más con el ordenador 8 puntos, ir al cine 14 puntos, comprar un juguete determinado 20 puntos, etc. Ya sólo queda ponerlo en práctica: cada vez que tu hijo cumpla el objetivo marcado refuérzale con un punto y cuando desee canjearlos dale la recompensa que le corresponda según acordasteis.
Enseñar a hacer las cosas mejor  
La forma más adecuada de ayudar a un niño hiperactivo a resolver sus problemas correctamente es entrenarle en los pasos que debe seguir, es decir, darle estrategias para que sepa cómo actuar.
Por ejemplo, mantener la atención es una habilidad casi automática en la mayoría de las personas, pero para un niño hiperactivo es todo un triunfo. Para facilitarle esta tarea debemos enseñarle cómo se presta atención facilitándole una serie de instrucciones que resuman eso que hacemos las personas cuando prestamos atención (centrarnos en lo importante, ignorar los estímulos irrelevantes, etc.).Una manera de hacerlo efectivo es el “modelo de autoinstrucciones” que debéis practicar cada día tantos días como sea necesario hasta que tu hijo sea capaz de realizar el quinto paso de forma natural:
  1. Modelado: haz tú la tarea mientras vas diciendo en voz alta los pasos que sigues, mediante instrucciones claras y concisas.
  2. Guía externa manifiesta: ahora es él quien realiza la misma tarea mientras le ayudas repitiendo junto con él los pasos.
  3. Autoguía manifiesta: el niño repite solo las instrucciones, en voz alta, mientras hace la tarea.
  4. Autoguía manifiesta atenuada: en vez de hablar en voz alta debe cuchichear las instrucciones.
  5. Autoinstrucciones encubiertas: finalmente el niño realiza la tarea en silencio mientras se guía por las instrucciones a través del pensamiento.

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